miércoles, 3 de noviembre de 2010

Filosofando con el otro yo...

Como otros tantos atardeceres primaverales, se encontraba en companía de la más hermosas de las soledades,filosofando con su yo interior en busca de una respuesta a lo que ella llamaba su fracaso personal.
No hacía referencia al fracaso como una vivencia dedicada al olvido, sino a que la situación tomó un rumbo inesperado(o no tanto tal vez) y con ello se cayó todo lo que creía haber construido hasta el momento.
Suele decirse que de los fracasos uno aprende, pero para llegar a este punto es necesario comprender por qué se llegó a ese límite, y eso es lo que intentaba develar.
En un comienzo ella sentía que había fracasado, y, entre mezcla de angustia, afecto y dolor, se echaba la culpa a sí misma de que las cosas no habían salido como soñaba.
Sin embargo, a medida que los días iban transcurriendo ella iba tomando una postura más objetiva frente al suceso dado que el corazón comenzaba a liberarse de las cadenas que al pincipio lo oprimían.
Y en esa conversación con su interior, y con la distancia que se requería para poder analizar lo vivido tiempo atrás, empezó a entender que no hay que amar demasiado, sino amar bien y de manera justa.Muchas veces, cuando el amor parece no darse en formas proporcionales, uno se empeña en amar por los dos, y es ahí donde una relación comienza con su primer quiebre.
Con el transcurso de los meses, ella pudo transitar el camino de ver por fuera, aquello que había vivido en carne propia y, como si estuviera inmersa en una realidad paralela frente a ese momento, dilucidó que las metas personales de aquel entonces no eran compartidas, por lo que definitivamente no había destino que los pudiera mantener unidos más allà de la contención que ella sentía al estar en sus brazos. ¿Pero qué clase de contención tenía?, simplemente la contención de estar siempre juntos pese a todo y a todos; y ella sentía que eso era suficiente para ser feliz.
Sin embargo, al dividir su historia en capítulos para un mejor análisis de su fracaso, empezó a comprender que en aquel momento no pudo ver que ahí solo quedaban retazos de un ayer que se había esfumado, era un espacio semivacío en el que solo existía la obsesión de seguir unidos a pesar de todo, incluso de estar en caminos opuestos, porque así pensaban que debía ser, peleando, desconfiando e incluso perdonando, pero siempre juntos, por miedo a transitar un nuevo camino solos, aceptando que ya no eran imprescindibles para el otro y que sus futuros no iban de la mano.
Pero como todo, el vaso se iba llenando lentamente, gotita tras gotita, hasta que un día rebalsó y lo que pensaban que sería eterno, una mañana encontró su fín.
Ella, ya no se pregunta por qué su historia encontró el fín, sino que busca las causas y motivos que lo desencadenaron, pero ya sin dolor, porque las cosas suceden por una extraña razón y no hay tiempo de volver la mirada hacia atrás mas que para aprender de los errores porque la vida está adelante.