Los gritos habituales hicieron saber que no volvería a existir una noche en completa armonía, ya que estos nunca acabarían,se harían presente noche tras noche como un ritual sagrado.
Sentada al borde de la escalera, autoobligándose a quedarse ahí por si algo peor llegara a ocurrir, se tapaba sus oídos para tratar de no escuchar lo que pasaba en la cocina, tan solo escalones más abajo de aquel rincón que hacía años había elegido para sus guardias nocturnas.
Ella no quería estar en esos momentos, pero no podía evitarlo, una fuerza interior salía y la empujaba a ese espacio, en el que se mezclaban el alcohol, las drogas, los insultos y los golpes.
Los gritos la atormentaban, porque entendía que las cosas se ponían cada vez más pesada y en realidad su edad y su temperamento no podían cambiar el curso de las cosas. Y como si ya no tuviera demasiado con soportar a escondidas esas situaciones, esa voz tan familiar y tenebrosa a la vez no le perdía la pisada, parecía que iba con ella a todos lados, como recordándole que esa historia no tenía fín, o al menos no el fín con el que ella soñaba.
¿Si pensó en matarlo?, claro que lo hizo, millones de veces y se imaginó pagarle con la misma moneda, con el dolor hasta que se sienta morir, porque eso es lo que ocasionaba, sentir que moría en vida.Cada grito, cada insulto que escuchaba eran como un puñal que se iba clavando cada vez más y más adentro y la herida no paraba de sangrar.
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Despertó sobresaltada en la mitad de la noche habiendo perdido la noción de tiempo-espacio; se sentía perdida y su cabeza, que en ese momento le pesaba una tonelada, actuaba como un remolino de imagenes y sonidos que lejos de tranquilizarla le seguían poniendo la piel de pollo.
Prendió el velador blanco que reposa sobe la mesita de luz, y al observar el ambiente, le resultaba extremadamente complicado poder familiarizarse con el, hasta que al cabo de unos segundos comprendió que era su lugar, su casa.
Un poco más aliviada ya, aunque sin entender qué había sucedido, bebió un sorbo de agua del vaso que siempre lleva consigo antes de acostarse, y decidió continuar con su descanso.
Y es que a veces uno despierta pensando que tan solo fue una pesadilla, y se siente reconfortado al descubrir que todo está en orden, pero no siempre es así, los recuerdos atormentan en todo momento, cuando se camina, cuando se mira un programa de t.v e incluso cuando se está soñando. La diferencia con la pesadilla,es que al despertar esa angustia producto del mal sueño se convierte en la angustia de un pasado doloroso que tiene su correlato en el presente y en el futuro, porque a pesar de todo lo que ha pasado, todavía no ha llegado el fín.
Hace 10 años