Fantasmas del ayer

Aún recuerdo a esa niña corriendo por el parque de su casa, con una sonrisa que irradiaba felicidad e ingenuidad, esa ingenuidad propia de la infancia. Se la veía tan feliz en su mundo de ensueños; no sabía que de manera repentina su mundo encantado se desvanecería como una pompa de jabón transformándose en su peor tormento. Ese mundo que tanto había anhelado ya no existía y de pronto se vio envuelta en un mundo de adultos, con problemas que no eran propios de su edad y no tenía por qué ser partícipe de ello. Sin embargo esa niña, que había entrado recientemente en la etapa de la adolescencia, tuvo que hacerse grande a la fuerza y cargar en su espalda una mochila demasiado pesada para su edad. Pero lo hizo. Tal vez por miedo a que pasara lo peor y por la honda necesidad de cuidarlos a ellos, tan pequeños y tan frágiles a la vez, casi como ella, pero la niña no podía darse el lujo de pensar en ella cuando todos corrían el mismo riesgo.

Ella decidió apostar por su sangre y dejar de lado su propio dolor. Y fue así como soportó cosas tan dolorosas como traumáticas que aún hoy la desvelan por las noches.

Hoy esa niña ingenua y feliz ya no lo es mas. Es una mujer que tuvo que madurar de golpe, y que pese a todo le sigue temiendo al pasado tanto o mas que cuando su pasado fue su presente.Hoy, cualquier ruido le remite a los peores momentos de su vida. Una mujer que todavía lucha por matar los fantasmas del pasado, con la dificultad que esos fantasmas también viven en su presente y le siguen causando el mismo dolor que cuando era una niña llena de inocencia.Porque lo que la atormenta no es solo lo vivido y soportado, sino la persona causante de tanto daño.

Porque cuando ella era tan solo una niña, esa persona era el heroe de su vida,su pilar, un pilar que se derrumbó llevándose una parte de su propia vida.Y con el correr del tiempo, ella necesitó de ese pilar, necesitó de un beso, una caricia, un abrazo, un ¿Cómo estás?, pero jamás lo recibió, porque esa persona siempre se preocupó para que no le faltara nada material, sin saber que la niña que hoy ya es mujer hubiese dado todo a cambio de un abrazo suyo.

Pero hoy las cosas ya no son como ella las anheló, y aprendió a vivir con su presencia y ausencia a la vez. Poco a poco comprende que esa persona no forma parte de su vida porque jamás estuvo presente cuando ella necesitó y que esa persona es responsable tanto de su dolor como del dolor de su sangre. Y eso ni aunque pasen los años se lo va a perdonar.