Largas noches de insomnio había padecido pensando de manera incesante el momento inoportuno de su aparición por primera vez. Ella recuerda haberle dicho que había aterrizado a un lugar donde las puertas a terceros estaban fuertemente bloqueadas y que le aconsejaba pegar la media vuelta y buscar un nuevo rumbo porque ahí no había lugar para él.
Sin embargo, y para sorpresa de muchos, no se rindió ante este primer rechazo sino que, por el contrario, comenzó a realizarr un trabajo tan fino como perfecto para quedarse cerca de ella. Debió admitir que esos minusciosos detalles comenzaron a llamarle la atención porque seguía sin poder entender cuán persistente puede ser una persona si realmente se lo propone.
Así pasaron los minutos, las horas, los días e incluso los meses; por momentos dando grandes pasos hacia delante y por otros, retrocediendo incluso hasta el punto de partida. Ella lo observaba desde su burbuja como él se caía una y otra vez por obstáculos que ella misma iba poniendo en su camino, y así también se asombraba en reiteradas circunstancias al descubrir que ante cada tropezón él volvía a levantarse y seguía luchando por lo que creía que valía la pena.
Poco a poco ella fue comprendiendo por fín que él estaba prundamente enamorado y hacía hasta lo imposible para poder conquistar su corazón, un corazón cansado de sentir, dolido por haber luchado contra la corriente en busca de su felicidad, sin saber que a lo mejor no estaba buscándola en el lugar correcto.
Cuando logró poner sus pies sobre la tierra y ver a su alrededor, entendió que su felicidad estaba muy lejos de donde ella creía y comenzó a transitar por nuevos caminos, sinuosos y peligrosos en los que se encontró con su peor enemiga, aquella a quien tanto temía, la soledad. Pensó que había llegado para quedarse y para hundir su corazón en una profunda desolasión, pero para su asombro, ésta, lejos de acorralarla, le marcó un camino nuevo y diferente por el cual no había transitado hasta entonces. Sin estar segura acerca de lo que podría encontrarse en su recorrido, ella decidió tomar el riesgo y caminarlo.
Y fue ahí, en ese intenso andar que volvió a encontrarse con él, quien estaba ahí, parado al final del sendero esperando por ella. A lo largo del recorrido, muchas cosas habían cambiado, situaciones,(momentos, sensaciones, vivencias), pero algo había permanecido intacto con el transcurrir de los días, y era el amor que él llevaba en lo más profundo de su ser.
Su perseverencia, su contención permanente, su preocupación y atención, hicieron que ella comenzara a darle una oportunidad y volviera una vez mas a arriesgarse a eso que muchos le llaman amor.
Hoy puede decir que no siempre las canciones de amor o desamor tienen razón, ya que comprendió que nunca es tarde cuando el momento es el indicado.
Fue ahí, en ese instante, donde conoció una de las miradas más profundas y sinceras que alguien haya podido regalarle. Descubrió que no hay amor más sincero que cuando se ama a pesar de todo, cuando sin importar las adversidades se sigue mirando para delante con el fín de lograr lo que tanto se anhela, y su mirar era tan transparente que ella podía ver su propio reflejo en las pupilas desbordadas de tanto sentir.
Y es que a veces no alcanzan ni las mas bellas palabras para poder explicar lo que se siente cuando con un cruce de miradas dos personas pueden entenderse.