A veces insistimos en reflotar aquello que nos es conocido,aunque sepamos que el final está escrito, por miedo a fracasar en ausencia de, sin darnos cuenta que al quedarnos estancados, presos del miedo interior no hacemos otra cosa mas que cometer el mayor de los fracasos porque quitamos de nuestras vidas la posibilidad de toparnos con nuevas vivencias.
El miedo siempre es un factor que paraliza, sobretodo en momentos límites en los que, en base a la pieza que movamos en el tablero de la vida podemos perderlo todo en cuestión de segundos; y es en esta instancia donde suele aparecer esa fuerza de gravedad que nos arrastra a la cotidaneidad,a lo seguro y nos deja inmovil en ese lugar por temor a caer ante la primer pisada.Es entonces cuando olvidamos que al arriesgarnos existen también altas posibilidades de descubrir un tesoro tan preciado como único al que no vamos a poder resistirnos.
Nadie puede asegurarnos que frente a aquello que se nos presenta como nuevo y desconocido en el camino no vamos a sufrir, pero si de algo se puede estar seguro es que junto a ello vamos a ir descubriendo y redescubriendo un centenar de sensaciones y vivencias que creíamos extinguidas o guardadas en un cofre bajo llave.
Será en esos momentos donde diremos que arriesgarse vale la pena y que la vida misma no es otra cosa mas que una continuidad de decisiones y riesgos que elegimos tomar para apostar a encontrar la felicidad.
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